"Las hojas rotas yacían esparcidas por el suelo tras el último ataque de ira. Instantes después oyó el esperado portazo. La casa retembló. Notó que un silencio invadía todo y que se expandía poco a poco por la vivienda, cosa que, en su fuero interno, agradeció.
Permaneció quie
ta, sentada en la silla de la cocina, atontada, confusa y con la cara ardiéndole de la bofetada que le había propinado su marido."Podrás seguir leyendo este relato en
"MASQUECUENTO", blog de Paco Córdoba, maestro de Ed. Permanente.
Espero que sigas leyendo otros muy buenos.
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